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(22-06-2012)
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Estimados paisanos, con motivo de conmemorarse un aniversario
más del levantamiento popular por la gratuidad de la enseñanza, me permito
compartir con ustedes el texto que sigue, ha sido tomado del libro “Huanta, mi
bella Esmeralda”, cuya autoría corresponde a nuestro insigne profesor Erwin
Quispe Calderón.
lucha de un pueblo por la gratuidad de la enseñanza pública
1969 fue un
año importante para la marcha del país. En varias ciudades, el pueblo se lanzó
a protestar reclamando sus derechos, pero en Huanta y Ayacucho se produjo la
oleada popular con más fuerza.
La dictadura
de Velasco dio en febrero la Ley
Universitaria Nº 17437, de carácter impopular, borrando los
derechos fundamentales de pensamiento y expresión en las universidades, así
como el establecimiento de un sistema de pagos que impedía el acceso de los
pobres. Al mismo tiempo, el gobierno emitió el Decreto Ley Nº 006, dirigido a
recortar la gratuidad de la enseñanza secundaria. Asì por ejemplo, esta ley
fijaba el pago de 100 soles mensuales para los alumnos que resultaran
desaprobados en un curso.
Frente a las
leyes mencionadas, las organizaciones populares se movilizaron realizando
gestiones legales, sin ningún resultado. Más bien, el gobierno mandó reprimir
sin miramientos. El magisterio nacional también levantó su voz de protesta,
desenmascarando el carácter demagógico y antipopular del “gobierno revolucionario”.
De inmediato, en Puno fueron subrogados más de 800 profesores de Primaria y 30
de Secundaria. En Huanta, Ayacucho y Arequipa aumentó el número de maestros
subrogados. A pesar de todo, continuaron las protestas.
En seguida,
haremos una revisión cronológica de los
acontecimientos, basados en los diarios de la época, en los testimonios de
muchas personas y en el análisis hecho por la revista “Redacción”, de la ciudad
capital.
* Junio.
Las gestiones de los organismos populares no tienen resultados favorables.
Crece el enfrentamiento entre autoridades educacionales y estudiantes. El
magisterio obliga a los directores a cobrar pensiones de enseñanza a como dé
lugar. El domingo 1º se constituye el Frente Único de Estudiantes de Huanta
(FUEH).
Sábado 21: en
la madrugada, se produce una gran redada de dirigentes populares en Huanta y
Ayacucho, así como de profesores universitarios y estudiantes. Los detenidos
son trasladados a Lima. A las 7 de la mañana, el pueblo de Ayacucho sale a las
calles para protestar por la violencia policial y la no atención de sus
reclamos. Esa misma mañana, llega un avión con “sinchis”. La muchedumbre marcha
de San Juan Bautista hacia Magdalena; la policía intenta disolver el gentío, produciéndose
un duro combate en las calles hasta las 10 de la noche. Una ambulancia del
Ministerio de Salud con “sinchis” camuflados se abre paso entre los manifestantes,
a quienes atacan por la retaguardia ocasionando varios muertos y heridos.
Oficialmente, “sólo” hay 4 muertos: Eulogio
Yaranga, universitario; Silvestre Anaya, albañil; Félix Ramos y Américo Oré,
escolares. Muchos heridos fueron conducidos a Lima en calidad de presos. Un
libro salva la vida de un estudiante mariscalino que recibió un disparo en el
pecho. El pueblo asegura que hay buen número de desaparecidos. Esa noche se
decreta el “toque de queda” (prohibido salir a la calle).
En Huanta, los
campesinos reclaman al Subprefecto Cabrera la libertad de sus dirigentes
detenidos, Al enterarse de que los presos habían sido trasladados a Lima, toman
de rehén a la autoridad política en la puerta del antiguo Correo y se lo llevan
cogido de su corbata roja por los jirones Sáenz Peña y Arica hasta Callqui, al
pie del cerro Calvario. A los dos días, el Subprefecto logra huir a Huamanga
ayudado por un traidor. Al saberse de lo que ocurría en Huamanga, se convoca
para un nuevo mitin al día siguiente. Piquetes de estudiantes dañan los puentes
de Ayahuarcuna y Tablachaca para impedir que lleguen los refuerzos policiales.
Se supo que los choferes de servicio público se negaron en Huamanga a trasladar
esos refuerzos a Huanta.
Domingo 22: los
pocos dirigentes que quedan del FDP decretan desde la clandestinidad un paro
general de 72 horas. Las autoridades declaran dìa de duelo por los caìdos (¡!).
En Huanta, muy
de mañana, se concentran grandes masas de campesinos. Desde Pucaraccay y
Callqui bajan por los jirones Arica y Rasuhuillca golpeando las puertas y
gritando “¡Wañuchun llaqta allqukuna!” (Qué mueran los perros de la
ciudad). (¿La movilización era contra la gente de la ciudad?). Otro contingente
ingresa por Huantachaca portando un asta enorme con el pabellón nacional.
A las 10 de la
mañana, la masa reunida en la
Alameda inicia su marcha hacia el centro de la ciudad. Los
dirigentes recomiendan evitar la violencia. A la cabeza están los campesinos,
armados únicamente de su valor y de la bandera bicolor; luego siguen las
mujeres y los estudiantes. La muchedumbre avanza por el Jr. Gervasio
Santillana. A la altura del Correo, la policía dispara a quemarropa. La masa
humana retrocede, pero se recompone inmediatamente. Una campesina se adelanta
con los brazos extendidos gritando: “¡Hukllam
kawsay, hukllam wañuy!” “¡Maypim
doctorniyku!” (¡Vencer o morir! ¡Donde está nuestro abogado (Cavalcanti)! Una ráfaga de metralleta
la derriba; la policía se apodera del cuerpo.
Son ya las 11 a.m. Los manifestantes
deciden armarse con lo que encuentren. En los establecimientos próximos se
apoderan de machetes, cuchillos, botellas y gasolina para fabricar bombas “molotov”, incendiarias (en honor al
inventor ruso de ese apellido). A los pocos minutos, el puesto policial del Jr.
Santillana arde por todos sus costados. La policía tuvo que salir con dirección
a la Plaza de
Armas. Otro grupo de manifestantes incendia la PIP, ubicada en la Calle Comercio (Jr. Ayacucho).
Los manifestantes atacan varios establecimientos, pero respetan la Casa Hiraoka. Los guardias se
ubican en los portales y disparan sin cesar.
A las 2 de la
tarde, los policías se parapetan en los malecones de la plaza, en las torres de
la Iglesia Matriz
y en casas particulares. Pese a la lluvia de balas, algunos estudiantes logran
ingresar al parque y hacen ademán de disparar con fusiles de madera que se
utilizaban en los desfiles. Un balazo ciega la vida del estudiante vigiliano Mario Muñoz Sicha y de Eufemio Zapata.
Momentos antes, la estudiante Irene Saavedra había sido fulminada por un tiro.
Caen más muertos y heridos. La multitud exasperada provoca los disparos de la
policía en la creencia de que así, se les agotarán las municiones. Entre el
humo de la pólvora y gritando a todo pulmón sus consignas, ingresan en la
plaza. A eso de las 4, los policías se repliegan hacia Cinco Esquinas.
Mientras
tanto, llega de Ayacucho un numeroso contingente de “sinchis”. El Ministerio del
Interior ordena a la policía disparar a discreción. Desde Tablachaca se alinean
en abanico y avanzan disparando a todo lo que se mueva. “Por Cinco Esquinas están, los
“sinchis” entrando están; van a matar estudiantes, huantinos de corazón…”
Esos refuerzos limpian las calles a sangre y fuego; apostados en las esquinas y
con una rodilla en el suelo, disparan sus armas como haciendo “tiro al blanco”. Un niño de la Escuela Parroquial
cae herido y es rematado a puntapiés. Su cuerpo desapareció.
Los
manifestantes volvieron a reunirse en el Parque Hospital. Continuaba la lluvia
de balas. Caían más muertos y heridos. Muchos jóvenes cargaban a los caídos al
nosocomio próximo, pero gritaban que había más muertos que estaban siendo
recogidos por los policías en el volquete recolector de basura. El sol ardiente
de ese día, cansado de ver tanta matanza, se preparaba a reposar en las faldas
del Omaconga (alturas de Marcas). A las 6 de la tarde, los parlantes de la Municipalidad
anunciaron a los cuatro vientos que la situación estaba controlada y que se
decretaba el “toque de queda” hasta la mañana siguiente. El Palacio Municipal
fue convertido en cuartel de los “sinchis”. Oficialmente, los muertos de esa
jornada histórica fueron “solamente” 13 y 273 heridos de bala. El hospital no
se dio abasto para atenderlos. Esa noche, la ciudad y sus alrededores durmieron
en medio de una tensa calma.
Lunes 23 y martes 24: Huanta y Ayacucho permanecen bajo estricto control policial por
varias semanas. Un helicóptero aterriza varias veces en el morro de Tupín para
evacuar a los heridos de gravedad hacia Huamanga. Un grupo de heridos fuga del
hospital por temor a las represalias. Unos 200 efectivos de la policía se
acantonan en nuestra Municipalidad. Los entierros de las víctimas se suceden
uno tras otro; el pueblo acompaña dolorido, pero se ve impedido de manifestarse
porque tiene tras sí a los “sinchis”. En el Cementerio General de la
“Esmeralda” fueron enterrados en nichos contiguos los “Mártires de la
Gratuidad de la
Enseñanza”, cuyos nombres son: Mario Muñoz Sicha, Irene Saavedra, Eufemio Zapata, Macedonio Zambrano,
Florentina Lozano, Juan Condori, Ramoncita Huarcaya, Pablo Gonzales, Adriano
Ruis, Juana Vilcatoma, Agustín Garagundo y Pablo Cabrera, Huantinos de
corazón que dieron sus vidas por nosotros.
El gobierno
militar se vio obligado a derogar el
D.L. 006 y se apresuró en decretar la Ley de “Reforma
Agraria”, en un supuesto homenaje al “Día del Campesino”.
Texto tomado del libro “Huanta, mi bella Esmeralda”, cuya
autoría corresponde al profesor Erwin Quispe Calderón
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