viernes, 22 de junio de 2012

Conmemorando el 22 de Junio de 1969

En esta oportunidad publicamos el correo que nos a llegado de parte de Nilton Salas Vizcarra, actual  Presidente del ASEVIG, con motivo de recordar los acontecimientos ocurridos el 22 de junio de 1969 en nuestra querida Huanta, que a la letra dice:

Nilton Salas Vizcarra niltonsalasv@hotmail.com
(22-06-2012)



 Estimados paisanos, con motivo de conmemorarse un aniversario más del levantamiento popular por la gratuidad de la enseñanza, me permito compartir con ustedes el texto que sigue, ha sido tomado del libro “Huanta, mi bella Esmeralda”, cuya autoría corresponde a nuestro insigne profesor Erwin Quispe Calderón.




lucha de un pueblo por la gratuidad de la enseñanza pública

1969 fue un año importante para la marcha del país. En varias ciudades, el pueblo se lanzó a protestar reclamando sus derechos, pero en Huanta y Ayacucho se produjo la oleada popular con más fuerza.
La dictadura de Velasco dio en febrero la Ley Universitaria Nº 17437, de carácter impopular, borrando los derechos fundamentales de pensamiento y expresión en las universidades, así como el establecimiento de un sistema de pagos que impedía el acceso de los pobres. Al mismo tiempo, el gobierno emitió el Decreto Ley Nº 006, dirigido a recortar la gratuidad de la enseñanza secundaria. Asì por ejemplo, esta ley fijaba el pago de 100 soles mensuales para los alumnos que resultaran desaprobados en un curso.
Frente a las leyes mencionadas, las organizaciones populares se movilizaron realizando gestiones legales, sin ningún resultado. Más bien, el gobierno mandó reprimir sin miramientos. El magisterio nacional también levantó su voz de protesta, desenmascarando el carácter demagógico y antipopular del “gobierno revolucionario”. De inmediato, en Puno fueron subrogados más de 800 profesores de Primaria y 30 de Secundaria. En Huanta, Ayacucho y Arequipa aumentó el número de maestros subrogados. A pesar de todo, continuaron las protestas.
En seguida, haremos una revisión  cronológica de los acontecimientos, basados en los diarios de la época, en los testimonios de muchas personas y en el análisis hecho por la revista “Redacción”, de la ciudad capital.
 * Junio. Las gestiones de los organismos populares no tienen resultados favorables. Crece el enfrentamiento entre autoridades educacionales y estudiantes. El magisterio obliga a los directores a cobrar pensiones de enseñanza a como dé lugar. El domingo 1º se constituye el Frente Único de Estudiantes de Huanta (FUEH).
Sábado 21: en la madrugada, se produce una gran redada de dirigentes populares en Huanta y Ayacucho, así como de profesores universitarios y estudiantes. Los detenidos son trasladados a Lima. A las 7 de la mañana, el pueblo de Ayacucho sale a las calles para protestar por la violencia policial y la no atención de sus reclamos. Esa misma mañana, llega un avión con “sinchis”. La muchedumbre marcha de San Juan Bautista hacia Magdalena; la policía intenta disolver el gentío, produciéndose un duro combate en las calles hasta las 10 de la noche. Una ambulancia del Ministerio de Salud con “sinchis” camuflados se abre paso entre los manifestantes, a quienes atacan por la retaguardia ocasionando varios muertos y heridos. Oficialmente, “sólo” hay 4 muertos: Eulogio Yaranga, universitario; Silvestre Anaya, albañil; Félix Ramos y Américo Oré, escolares. Muchos heridos fueron conducidos a Lima en calidad de presos. Un libro salva la vida de un estudiante mariscalino que recibió un disparo en el pecho. El pueblo asegura que hay buen número de desaparecidos. Esa noche se decreta el “toque de queda” (prohibido salir a la calle).
En Huanta, los campesinos reclaman al Subprefecto Cabrera la libertad de sus dirigentes detenidos, Al enterarse de que los presos habían sido trasladados a Lima, toman de rehén a la autoridad política en la puerta del antiguo Correo y se lo llevan cogido de su corbata roja por los jirones Sáenz Peña y Arica hasta Callqui, al pie del cerro Calvario. A los dos días, el Subprefecto logra huir a Huamanga ayudado por un traidor. Al saberse de lo que ocurría en Huamanga, se convoca para un nuevo mitin al día siguiente. Piquetes de estudiantes dañan los puentes de Ayahuarcuna y Tablachaca para impedir que lleguen los refuerzos policiales. Se supo que los choferes de servicio público se negaron en Huamanga a trasladar esos refuerzos a Huanta.
Domingo 22: los pocos dirigentes que quedan del FDP decretan desde la clandestinidad un paro general de 72 horas. Las autoridades declaran dìa de duelo por los caìdos (¡!).
En Huanta, muy de mañana, se concentran grandes masas de campesinos. Desde Pucaraccay y Callqui bajan por los jirones Arica y Rasuhuillca golpeando las puertas y gritando ¡Wañuchun llaqta allqukuna!” (Qué mueran los perros de la ciudad). (¿La movilización era contra la gente de la ciudad?). Otro contingente ingresa por Huantachaca portando un asta enorme con el pabellón nacional.
A las 10 de la mañana, la masa reunida en la Alameda inicia su marcha hacia el centro de la ciudad. Los dirigentes recomiendan evitar la violencia. A la cabeza están los campesinos, armados únicamente de su valor y de la bandera bicolor; luego siguen las mujeres y los estudiantes. La muchedumbre avanza por el Jr. Gervasio Santillana. A la altura del Correo, la policía dispara a quemarropa. La masa humana retrocede, pero se recompone inmediatamente. Una campesina se adelanta con los brazos extendidos gritando: ¡Hukllam kawsay, hukllam wañuy!” “¡Maypim doctorniyku!” (¡Vencer o morir! ¡Donde está nuestro abogado (Cavalcanti)! Una ráfaga de metralleta la derriba; la policía se apodera del cuerpo.
Son ya las 11 a.m. Los manifestantes deciden armarse con lo que encuentren. En los establecimientos próximos se apoderan de machetes, cuchillos, botellas y gasolina para fabricar  bombas “molotov”, incendiarias (en honor al inventor ruso de ese apellido). A los pocos minutos, el puesto policial del Jr. Santillana arde por todos sus costados. La policía tuvo que salir con dirección a la Plaza de Armas. Otro grupo de manifestantes incendia la PIP, ubicada en la Calle Comercio (Jr. Ayacucho). Los manifestantes atacan varios establecimientos, pero respetan la Casa Hiraoka. Los guardias se ubican en los portales y disparan sin cesar.
A las 2 de la tarde, los policías se parapetan en los malecones de la plaza, en las torres de la Iglesia Matriz y en casas particulares. Pese a la lluvia de balas, algunos estudiantes logran ingresar al parque y hacen ademán de disparar con fusiles de madera que se utilizaban en los desfiles. Un balazo ciega la vida del estudiante vigiliano Mario Muñoz Sicha y de Eufemio Zapata. Momentos antes, la estudiante Irene Saavedra había sido fulminada por un tiro. Caen más muertos y heridos. La multitud exasperada provoca los disparos de la policía en la creencia de que así, se les agotarán las municiones. Entre el humo de la pólvora y gritando a todo pulmón sus consignas, ingresan en la plaza. A eso de las 4, los policías se repliegan hacia Cinco Esquinas.
Mientras tanto, llega de Ayacucho un numeroso contingente de “sinchis”. El Ministerio del Interior ordena a la policía disparar a discreción. Desde Tablachaca se alinean en abanico y avanzan disparando a todo lo que se mueva. “Por Cinco Esquinas están, los “sinchis” entrando están; van a matar estudiantes, huantinos de corazón…” Esos refuerzos limpian las calles a sangre y fuego; apostados en las esquinas y con una rodilla en el suelo, disparan sus armas como haciendo “tiro al blanco”. Un niño de la Escuela Parroquial cae herido y es rematado a puntapiés. Su cuerpo desapareció.
Los manifestantes volvieron a reunirse en el Parque Hospital. Continuaba la lluvia de balas. Caían más muertos y heridos. Muchos jóvenes cargaban a los caídos al nosocomio próximo, pero gritaban que había más muertos que estaban siendo recogidos por los policías en el volquete recolector de basura. El sol ardiente de ese día, cansado de ver tanta matanza, se preparaba a reposar en las faldas del Omaconga (alturas de Marcas). A las 6 de la tarde, los parlantes de la Municipalidad anunciaron a los cuatro vientos que la situación estaba controlada y que se decretaba el “toque de queda” hasta la mañana siguiente. El Palacio Municipal fue convertido en cuartel de los “sinchis”. Oficialmente, los muertos de esa jornada histórica fueron “solamente” 13 y 273 heridos de bala. El hospital no se dio abasto para atenderlos. Esa noche, la ciudad y sus alrededores durmieron en medio de una tensa calma.
Lunes 23 y martes 24: Huanta y Ayacucho permanecen bajo estricto control policial por varias semanas. Un helicóptero aterriza varias veces en el morro de Tupín para evacuar a los heridos de gravedad hacia Huamanga. Un grupo de heridos fuga del hospital por temor a las represalias. Unos 200 efectivos de la policía se acantonan en nuestra Municipalidad. Los entierros de las víctimas se suceden uno tras otro; el pueblo acompaña dolorido, pero se ve impedido de manifestarse porque tiene tras sí a los “sinchis”. En el Cementerio General de la “Esmeralda” fueron enterrados en nichos contiguos los “Mártires de la Gratuidad de la Enseñanza”, cuyos nombres son: Mario Muñoz Sicha, Irene Saavedra, Eufemio Zapata, Macedonio Zambrano, Florentina Lozano, Juan Condori, Ramoncita Huarcaya, Pablo Gonzales, Adriano Ruis, Juana Vilcatoma, Agustín Garagundo y Pablo Cabrera, Huantinos de corazón que dieron sus vidas por nosotros.
El gobierno militar se vio obligado a derogar el D.L. 006 y se apresuró en decretar la Ley de “Reforma Agraria”, en un supuesto homenaje al “Día del Campesino”.

Texto tomado del libro “Huanta, mi bella Esmeralda”, cuya autoría corresponde al profesor Erwin Quispe Calderón